El ligamento cruzado anterior (LCA) está dentro de la articulación de la rodilla y junto con el ligamento cruzado posterior y los ligamentos colaterales (medial y lateral) se encarga de mantener la estabilidad de la rodilla. Cuando se lesiona, se produce una inestabilidad de la rodilla que va a interferir en el normal funcionamiento de la misma. Además, es muy habitual que cuando el ligamento cruzado anterior se rompe se produzcan a la vez otras lesiones en la rodilla, lo cual hace aún más importante su diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado, pues si no se soluciona este problema, puede llevar a importantes consecuencias para nuestra rodilla.

Habitualmente la lesión del ligamento cruzado anterior se produce con actividades deportivas, sobre todo con las que implican salto y giro, como el fútbol, el balonmano o el baloncesto. También con actividades de la vida diaria podemos sufrir esta lesión, como una caída de altura o un resbalón.

En el momento de la lesión es muy habitual sentir, y a veces también oír, un chasquido. Rápidamente aparece un dolor intenso e incapacidad para caminar apoyándonos en esa pierna. En la mayoría de los casos, la rodilla se irá hinchando hasta presentar un derrame importante en unas horas. El dolor, la inflamación y la incapacidad para apoyar la pierna durarán desde unos días hasta 2-4 semanas, dependiendo de distintos factores, entre ellos que se realice un tratamiento inicial adecuado o no. En unas semanas, al bajar la inflamación y el dolor, empieza a ser posible caminar, normalmente con ayuda de muletas al principio y muchas veces también es necesaria una rodillera. Aunque las molestias pueden mejorar bastante, la sensación de inestabilidad, que notaremos como “fallos” de la rodilla, disminuye pero se mantiene, y se hace especialmente evidente cuando realizamos algún esfuerzo y al practicar deporte. Con cualquier sobreesfuerzo puede aparecer el dolor y la inflamación, llegando incluso a volver a no poder apoyar la pierna durante un tiempo.

A corto plazo, una vez superada la fase aguda, algunos pacientes con una lesión del ligamento cruzado anterior pueden hacer una vida relativamente normal pero las molestias aparecen cuando se realiza algún esfuerzo o al hacer deporte. Esta limitación de la funcionalidad de la rodilla no solo es un problema para la práctica deportiva sino que también puede incapacitar para la actividad laboral. Incluso en pacientes con pocas molestias, el riesgo de que se produzcan nuevas lesiones, así como el de presentar una artrosis precoz de la rodilla, es muy alto, y estos problemas aparecerán antes cuanto más joven sea el paciente en el momento de la lesión.

Es por todo esto que cuando hay una lesión del ligamento cruzado anterior está indicada la cirugía temprana. No es una cirugía urgente pero se debe realizar lo antes posible. Es habitual dejar un tiempo antes de la operación para disminuir la inflamación y mejorar la movilidad; un diagnóstico inmediato y un buen tratamiento inicial acortan el tiempo de espera hasta la cirugía y mejoran el resultado posterior, además de ayudar a disminuir el dolor y las molestias para el paciente y acortar el tiempo de baja deportiva o laboral. Solo en pacientes de edad avanzada y en unos pocos casos seleccionados se opta por un tratamiento no quirúrgico, y siempre tras la adecuada valoración por un especialista.

La cirugía del ligamento cruzado anterior consiste en su reconstrucción utilizando otros tendones, habitualmente del propio paciente. Es una cirugía que se realiza mediante artroscopia, con lo que es mínimamente invasiva. Además, en la misma intervención se repara también cualquier otra lesión que haya podido tener el paciente. El postoperatorio es rápido, pues el paciente se va de alta caminando con ayuda de muletas y solo es necesaria una noche de ingreso. Tras unos meses de rehabilitación, la rodilla vuelve a su funcionalidad previa, y una vez completada la recuperación, se puede volver al deporte al nivel previo, sin que esta lesión nos haga renunciar a nuestro deporte favorito.